domingo, abril 15, 2007

Recordando ... Chinchero, Perú






Llegada a Chinchero, por la mañana, el pueblo parece casi desierto, los torrentes de turistas me dicen llegan por la tarde, en el circuito que en autobus recorre Valle Sagrado. Me alegro de haber llegado de buena mañana, y yo solo, cuando el mercado es un mosaico de color en la plaza central y todos los indios me miran, me hablan, me quieren vender cosas, y yo, y apenas unos cuantos más solitarios, parejas, somos lo realmente exótico en estas tierras altas, duras y bellísimas. El cielo es de un azul intenso, y el sol hiere rocas y ruinas, pese al aire frío y puro. La luz aquí, a esta altura, como comprobaré muchos otros días, parece más intensa, fuerte.
Paseo bajo las ruinas de la ciudadela inca, hacia las afueras del pueblo, alguien me sigue, es un chico, indio, vestido con harapos, cargado de postales, junto al Asiento del Inca le compro algunas postales y tambien la historia de las ruinas que me rodean. A lo lejos se yergue, majestuoso, un imponente nevado de casi 6000 metros.
Calles de Chinchero. Me cruzo en una calleja solitaria con una india que camina y sigue tejiendo, parece que indiferente a mi presencia. Me detengo junto a una puerta, dentro hay un vistoso taller donde un grupo de indias tejen , pido permiso y les doy una propina por dejarme fotografiarlas. Las fotografias me hacen pensar, dudar, a casi cada instante, claro, todo es fotogénico, pienso, pero siento algo de pudor cuando fotografío esos rostros humanos, esas miradas fascinantes de los indios, esos vestidos de colores que explosionan en silencio. En varias ocasiones estas dudas me harán sufrir durante este viaje.